Aterrizamos en Cochin. Es de noche. No queda más remedio, habrá que pagar un taxi. 1080 rupias más 10 para el peaje. El cambio del día 70 rupias = 1 euro. Creo que nos tocó el chofer más loco de la ciudad. Las manos sudando. El corazón a 1000. Los ojos intentando mirar a otro lado, pero los cláxones de los camiones, coches y buses demostraban que no estábamos conduciendo de la manera más civilizada posible. A los cuarenta minutos, para. Estamos en nuestro hostel.
Habíamos reservado dos noches pero un intercambio de emails a última hora nos hizo cambiar nuestros planes. Estaríamos una sola noche, puesto que al día siguiente partiríamos hacia Amritapuri. Matamos una decena de mosquitos, nos instalamos en nuestras camas individuales cubiertas con mosquitera, y a dormir. A la mañana siguiente, ducha, desayuno a lo indio y camino de Amritapuri.
Y vosotros preguntaréis? Por qué esa prisa por llegar? Porque ese cambio de última hora?
Hace aproximadamente un año, justo al principio del viaje, en Goreme, La Cappadocia conocimos a María, una mujer brasileña con la que estuvimos hablando largo y tendido cuando escuchó que nos íbamos a dar la vuelta al mundo. Ese día nos dijo que ella vivía a caballo entre su país e India. Nos invitó a que nos volviéramos a ver en algunos de esos dos lugares del mundo y nos habló de Amritapuri, el lugar donde pasaba sus largas temporadas en India y, del alma del lugar, Amma, una santa que se dedica a dar abrazos a todo el mundo, sin importar su clase, su raza, su religión, sus rarezas o sus enfermedades. Era la primera vez que oíamos hablar de esta santa mujer. El destino de la India aun quedaba muy lejos por aquel entonces. Nos intercambiamos los emails y ahí quedó todo. De hecho, cuando fuimos a Río de Janeiro, de donde es María, se nos olvidó totalmente contactarla. Fue en Vietnam, un día antes de nuestro vuelo a la India cuando Juny sacó del cajón del recuerdo ese contacto. Escribimos a María y le contamos que finalmente íbamos a la India, que al día siguiente llegábamos a Kochi, muy cerca de Amritapuri. Nos contestó a los 5 minutos. Nos dijo que estaba allí en Amritapuri, y que Amma iba a dar abrazos ese sábado y domingo. Nos sugirío ir hacia allá en cuanto aterrizáramos en Cochin. Era una oportunidad única ya que Amma se iba de tour unos días después y ya resultaría imposible coincidir.
Horas antes acabábamos de reservar el alojamiento. Era jueves por la noche. A la mañana siguiente volábamos. Aún no sabíamos como lo íbamos a hacer pero contestamos a María que estaba decidido, nos íbamos a pasar una semana al ashram de Amritapuri.
El camino hasta Amritapuri no tiene mucho más de 110 km y puedes recorrerlo tomando un taxi por un dineral o dejarte llevar. Nosotros elegimos lo segundo y estas fueron las fases del trayecto:
- 1,5 km a pie hasta el puerto en los que pudimos disfrutar de Fort Kochi, la idea era volver al cabo de unos días para disfrutar bien del lugar, pero como siempre cambiando los planes, nunca volvimos.
- Barco para cruzar lo que creo que era un lago hasta Ernakulam: 4+4 rupias
- Tuk-tuk hasta Junction train station: 40 rupias
- Tren hasta Kayankulam, en 2a clase: 140 rupias. Susto incluido a medio viaje en el que nos dicen que estábamos en el tren equivocado… eran ellos los que se habían equivocado 🙂 Siempre asesorados por al gente que hay alrededor. Muy amables y hablan inglés, aunque aún no pillamos del todo el acento.
- Tuk tuk hasta Kayankulam Bus Station: 40 rupias
- Bus hasta Karunayapally: 17+17 rupias
- Bus hasta Amritapuri: 10+10 rupias
Fin del trayecto, total: poco más de 4 euros… entre los dos!
Y así fue nuestra inmersión en India, en menos de 24 horas habíamos subido a todos los tipos de transporte del lugar y estábamos metidos dentro de un ashram, desconectados del mundo e integrados (o intentándolo) en la vida local y “espiritual” de la India.
Aun no os he contado muy bien quien es Amma, y creo que vale la pena daros unas pinceladas. Su nombre es Sri Mata Amritanandamayi. Nació en un pueblo costero en Kerala, sur de la India en 1953. A los 9 años su madre enfermó y tuvo que dejar la escuela y hacerse responsable de sus 7 hermanos. No era una niña normal, pasaba horas en la orilla del mar meditando y yendo de puerta en puerta a regalar la poca comida y ropa que tenía su familia a los más necesitados. De primera mano vio la cruel desigualdad que hay en el mundo y se preguntó qué significaba el sufrimiento. Su búsqueda culminó en la decisión de dedicar toda su vida a dar amor a todas las personas que pudiera. Pronto la gente del lugar la empezó a llamar Madre.
Actualmente es una líder espiritual, humanitaria y visionaria. Es la líder espiritual más accesible. La única “santa” viva que conocemos.

Si queréis saber un poco más de su historia, os dejo su página Amritapuri y sus actividades humanitarias en su gran proyecto Embracing the World. En nuestra estancia en el ashram, tomé prestado un libro muy interesante de la biblioteca llamado “On the road to freedom”, autobiografía de Swami Paramatmananda Puri que cuenta mucho de la juventud de Amma y de como empezó el ashram y algunos de los muchos milagros de Amma. El libro está dividido en dos volúmenes.
Esta mujer realiza una labor humanitaria increíble, ha creado hospitales, universidades, ha construido pueblos enteros, da de comer a todo el mundo que pasa por su ashram y lo más importante ha abrazado a 34 millones de personas. Es o no una santa?
Bueno, creo que ya conocéis un poco a Amma, y aquí vienen las preguntas más importantes: Visteis a Amma? La abrazasteis? Como es la vida en un ashram? Que sentimientos afloraron allí?
Bueno, por partes. Después de todo un día de viaje para recorrer tan solo 111 km estábamos un poco cansados, así que llegar a un sitio donde la gente está cantando mantras todo el tiempo y van vestidos casi todos de blanco resulta un poco raro y chocante. Pero hay que decir que en Amritapuri lo tienen todo muy bien organizado. Llegas allí y haces el check-in como si de un hotel se tratara. Solo que en el precio por persona de la habitación con sus tres comidas indias incluidas (desayuno, comida y cena) es de solo 250 rupias por noche, es decir, solo unos 3.5 euros! Lo único que te piden, sobre todo si vas a estar más de 2 ó 3 días es que te inscribas para que te asignen un trabajo para colaborar con una horita o dos de servicio desinteresado al día o lo que ellos llaman sheva. Hay tareas de lo más variadas como cortar verduras, fregar platos, secarlos, separar basuras, ayudar en el restaurante, estar en recepción… A Juny le tocó en la cocina india fregando ollas gigantes (en las que casi se podía meter él dentro) y a mí secar platos, tazas y cubiertos del restaurante occidental. Mi sheva era muy interesante, ya que en la zona en la que estaba podía interactuar con mucha gente distinta y fue muy entretenido, había más de uno que estaba un poco loquito 😛 Y si te apetecía ayudar un poco más, siempre podías acercarte a la primera planta del templo a ayudar a encuadernar y empaquetar sus propias revistas mensuales que envían a los suscriptores devotos. Lo hicimos varias veces, éramos unos máquinas de doblar papelitos!! 🙂
A excepción de este rato de trabajo, la vida en el ashram de Amritapuri fue muy tranquila, sobre todo para nosotros que no nos levantábamos a las 5:00 am para ir al templo a meditar y cantar como los más devotos. Puedes ir a clases de yoga (pagando a parte, por supuesto) a la que fuimos en una ocasión. Juny con los chicos y yo con las chicas. Puedes ir al templo a meditar y a cantar mantras, a la playa a leer para después quedarte a ver el atardecer, a tomarte un helado de mango mientras observas a la gente del ashram pasar, ir a conectarte con el mundo exterior a través de la sala de ordenadores con internet (no hay WiFi), puedes irte al pueblo a pasear… Nosotros lo hicimos, incluso visitamos el Hospital de Amma donde quedamos con nuestra amiga María que estaba ingresada allí para hacer un ayuno y un tratamiento ayurvédico. Más tarde aprovechamos también para visitar la Universidad que Amma ha construido, impresionante! Es preciosa y parece que están consiguiendo hacer una labor muy importante dando la oportunidad de ofrecer educación superior a la población india.
El ashram de Amritapuri es un poco especial, es tan grande que parece una ciudad. Lo tienes todo sin salir del recinto, hasta la simcard india la compramos allí. Por lo que nos dijeron varias personas que conocimos allí es también un ashram muy flexible, en el que eres libre y no estas “obligado” a seguir unos horarios y unas normas (que sí siguen los más devotos). Lo único que te piden es vestirte de forma modesta (no hace falta de blanco) y no hacer fotos dentro del ashram.
Y esto último lo entiendo bien para mantener la privacidad de las personas que están allí dentro porque allí hay gente de todo tipo: gente que ha recibido la llamada de Amma, devotos y fanáticos de ella que van vestidos de blanco, familias enteras que viven allí, yoguis, almas perdidas en busca de consuelo, jóvenes curiosos, viajeros, personas con caras de iluminados, personas que aun no saben lo que quieren, personas que han perdido a alguien, gente muy pobre, gente muy rica, gente feliz, gente amargada, enfermos físicos y mentales, personas que solo están de paso, gente buena y gente menos buena, pero todos, absolutamente TODOS son bienvenidos.
Todos son bienvenidos y todos tienen derecho a recibir el darshan o lo que es lo mismo el abrazo de Amma, y principalmente a eso habíamos ido. Hay tanta gente a la que Amma tiene que abrazar que tienes que pedir el token (un número) para seguir orden y que no sea todo un caos.
De hecho nos fuimos a pedir el token a primera hora de la mañana y nos dieron entre el 401 y 500 y nos dijeron que calculaban que nuestro turno no llegaría hasta bien entrada la noche. Vimos a Amma como empezaba a dar abrazos y nos fuimos a descansar a la habitación. Bajamos a comer y allí estaba la mujer, incansable dando abrazos tan sonriente como hacía unas horas, sheva-time, y a descansar. Vamos a ver el atardecer, cenamos y la mujer sigue ahí con una sonrisa de oreja a oreja, y aun no toca nuestro turno. No recuerdo a que hora nos dejaron ya ponernos en la cola, creo que sobre las 11:00 de la noche y no lo recibimos hasta dos horas después. Pero esas dos horas fueron muy diferentes a todo lo que hemos vivido hasta ahora. Mientras esperas, viendo por la pantalla gigante a Amma dar abrazos, ves a toda la gente que sale de allí, algunos con una sonrisa de felicidad, otros serios, otros con mucha paz, muy serenos y tú te vas preguntando que haces allí, si sentirás algo, si de verdad Amma es tan santa, sabrá lo que me pasa, lo que necesito, si me curará el dolor que tengo en el alma, me sentiré mejor luego, si soy tan escéptica podré sentir algo, si…
Observas, piensas, reflexionas, y vuelves a observar y poco a poco te vas acercando y por fin subes al escenario lleno de devotos cantando mantras, sintiendo el olor a incienso, estás como en una película, no lo sé explicar de otra manera. En la vida pensé que iría a un sitio así a recibir un abrazo… Y por fin llega el momento. Tienes que arrodillarte y en los momentos previos sus ayudantes te preguntan tu país y en nuestro caso vieron que éramos pareja y nos dieron la posibilidad de recibir el abrazo juntos. Primero pasé yo, Amma tomó mi cabeza contra su pecho y me abrazó y pronunció unas palabras que aun no se que significan, algo como “Kurim, Kurim”, llegó Juny y me volvió abrazar. Esta vez junto a Juny y volviendo a pronunciar, “Kurim, Kurim”. Nos entregó unos caramelos y unos sobrecitos con unas cenizas bendecidas.
¿Qué sentí? Pues no voy a mentir, no sentí nada que no hubiera sentido antes. Sentí un abrazo de madre. Un abrazo de los que te reconfortan y te consuelan. Me sentí bien, y aunque no creo que me haya curado mi dolor creo ha valido la pena.
Escribir sobre esto me parece muy complicado, por un lado soy una persona bastante escéptica. Me cuesta mucho creerme nada hasta que lo veo. No creo en la religión, sí creo que hay una energía especial en el Universo, creo en las personas, en el bien y en el amor. Pero por otro lado creo que todo pasa por algo, y creo también que las personas tenemos sentidos que la mayoría no hemos desarrollado y que unos pocos elegidos tienen una sensibilidad especial. Llamadlo amor, llamadlo poderes, llamadlo lo que queráis.
Estuvimos una semana allí. No fue demasiado pero fue suficiente. Es un lugar que no deja indiferente, sean cual sean tus creencias y merece ser visitado. Nos encantó tener la oportunidad de conocer a una “santa” y recibir su abrazo maternal, pero no era nuestro lugar, al menos por el momento. El viaje continua y nuestra búsqueda de experiencias también.
Os dejo unas poquitas fotos de nuestra estancia en Amritapuri.
Nos vemos el próximo domingo en Varkala, donde disfrutamos de unos días de relax en el acantilado.