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[India] Jaisalmer, regreso a un pasado remoto

Estimados amigos y lectores, ya estamos de vuelta al blog! Las últimas semanas han sido de desconexión total y os hemos tenido abandonados, pero si todo va bien… de domingo a miércoles y tiro porque me toca, publicaremos sin pausa hasta el final del viaje 😉 Nos habíamos quedado en la estación de tren de Jodhpur, la ciudad azul, esperando a abordar el tren nocturno que nos llevaría hasta Jaisalmer. Todo iba como de costumbre hasta que llegamos a nuestro vagón en sleeper class y oh sorpresa!, estaba llenísimo! Nos hicimos hueco entre el gentío hasta llegar a nuestros bunks y Mónica encontró el suyo ya ocupado por dos señores sentados. “Excuse-me, this is my bunk”. En respuesta, uno de ellos acepta la evidencia y se baja, pero el otro se queda y al ver que había otra vez hueco le hizo señas a un amigo para que subiera a sentarse con él. ¿Cómoooo?, debió pensar Mónica, porque la siguiente reacción pasará a los anales de la historia como “mítica”. Mochila en espalda, con la mirada clavada en su rostro, índice de la mano derecha levantado señalándole primero a él y luego al suelo, mientras le ordena que se baje con un simple, contundente y de elevado volumen: “You. Down!” El hombre agachó la cabeza e inmediatamente descendió de su deseado asiento. Orgullosa tras la reconquista, se intuía en su rostro un “Hasta ahí podíamos llegar, hombre! Que me quitaran MI sitio!” XDDD Minutos después el tren partía y efectivamente había un overbooking que aún no habíamos experimentado. Camas compartidas por 2-3 personas durmiendo unos sobre otros, familias enteras durmiendo en el suelo, el revisor pasando sobre ellos con el riesgo de pisar algún dedo, cabeza o pie,… Sobre las 5am, cuando el sol aún no había asomado en el horizonte, llegamos a nuestro destino. Allí nos esperaba un jeep que nos llevaría hasta nuestro hotel, dentro del propio fuerte de Jaisalmer. La idea de llegar hasta esta ciudad tan al oeste del país era disfrutar de su fuerte y hacer una excursión al desierto. A tan solo 150 km de la frontera con Pakistan, el paisaje en el horizonte es completamente desértico y la temperatura del lugar así lo confirmaba. Tal era el calor (o eso creo yo), que tras descansar unas horas y subir a la terraza del hotel sentí como si me quitaran todas las fuerzas y me volví a la cama donde pasaría el primer día casi completito 😦 Vaya con el hombretón, que sube un poco la temperatura y le da bajón… XDDD Todo sea dicho, en el hotel Sirja Hotel se estaba muy bien: habitación bien grande con vistas al desierto, restaurante en la terraza y hasta un poco de internet de vez en cuando. Preguntamos por los precios que ofrecía el hotel para hacer la salida al desierto… día completo (jeeps, camellos, comida, bebida, noche al raso en medio de la nada por 1500 INR/persona). Nos miramos. Sabíamos que habíamos llegado hasta allí principalmente para eso. Pero entre el precio (por supuesto podríamos haber buscado más opciones), que el calor me estaba derritiendo y que me entró el acongojonamiento por estar tan cerca de Pakistan y en las noticias bla-bla-bla… total, que decidimos no ir al desierto XDDD Así que nos quedamos en nuestro querido fuerte los tres días y tres noches. Por el día refugiándonos del calor, disfrutando de las vistas y paseando entre las callejuelas del fuerte, que te teletransportan a lo que debía ser una ciudad hace un par de milenios. Por la noche, incansables y eternas luchas contra una legión de mosquitos. Yo no sé de donde salían (mosquiteras en las ventanas y puerta cerrada todo el día), pero no había noche en el que no cayeran diez o doce en combate. Eso sí, no sin antes perder los 30 ó 40 minutos de rigor persiguiéndolos por toda la habitación, perdiéndolos y reencontrándolos, saltando por encima de la cama y buscando a los que se quedaban agazapados en el baño. Pero es que no hay cosa que más me desespere que apagar la luz y escuchar el clásico bzzzzzzzzzz… bzzzzzzzz. Finalmente, tras la intensa lucha, llegaba el merecido reposo del guerrero!

Y así transcurrieron los últimos días en el Rajastán, tranquilos pero disfrutados. A continuación, un tren hasta Dehi, otro hasta Haridwar y un tercero hasta Rishikesh, nos llevarían finalmente hasta la experiencia por la cual habíamos venido hasta a la India: cuatro semanas intensivas de práctica y aprendizaje del yoga! Vamos que nos vamooooos!