Había llegado el momento de abandonar las playas por unos días e ir a conocer una de las Nuevas Maravillas del Mundo, las cataratas de Iguazú.
Las cataratas se encuentran en una zona donde coinciden las fronteras de Brasil y Argentina, muy cerca también de la de Paraguay. Habíamos decidido volar hasta Foz do Iguazu (Brasil), por aquello de no hacer un vuelo internacional (mucho más caro) y desde allí ir a visitar las cataratas. Esta vez nos hospedaríamos en un hostel ultrabarato llamado La Comunidad, a las afueras de la ciudad pero con buena conexión de buses y muy cerquita de la frontera con Argentina. Nos costó lo nuestro encontrarlo, pero finalmente dimos con él. Estaba un poco más “dejado” que en las fotos, pero por ese precio (14 Eur por pareja y día, incluyendo el desayuno…) qué más se podía pedir?
Esa misma noche en la cena conocimos a un hombre iraní que había estado en 81 países, y cuyo objetivo eran los 120, y a Jan y Mónica, una pareja de la república checa. Preguntamos al staff y sobre las cataratas, y nos dijeron que sin duda el lado argentino era el más bonito. El hombre iraní había estado ya en los dos lados, y confirmaba el veredicto. Así que al día siguiente nos íbamos Jan, las Mónicas y un servidor hacia Argentina.
Salimos por la mañana a eso de las 10h, veinte minutitos de paseo y ya estábamos en el lado brasileño de la frontera. Es una frontera un poco del palo, porque puedes cruzar de un lado al otro sin ningún tipo de control. De hecho tienes que buscar la ventanilla para que te cuñen la salida de Brasil. En la misma frontera se toma un bus urbano que hace parada en el lado argentino de la frontera. Baja tooodo el bus, cuña y subes a otro bus, esta vez sin pagar.
Llegamos a la terminal de Puerto Iguazú, ya en el lado argentino y nos fuimos de buen domingo a buscar una casa de cambio paralela (blue change). Todo el mundo en el pueblo sabía donde estaba. Llegamos al supuesto lugar y le comentamos al de seguridad que estábamos buscando una oficina de información. “¿Qué tipo de información?” responde, “Queríamos cambiar dinero”, “¿Qué tipo de cambio buscan?” “Cambio paralelo”, el hombre asiente y abra la puerta. Una oficina medio oscura con una ventanilla, además de todas las mesas de información, donde un hombre nos atiende. “¿A cuanto está el cambio Euro – Peso argentino?” preguntamos “A 10 el cambio oficial, a 13 el paralelo”, “De acuerdo, cámbieme 100 Eur por favor” y la ventanilla nos devuelve 1300 pesos. ¿En serio? ¿Una diferencia del 30% entre el cambio oficial y el paralelo? Qué barbaridad! Intentaré explicar este fenómeno tan único de Argentina en otro post 😉
Volvimos a la terminal, y otro bus, esta vez sí, a las cataratas! La entrada al parque costaba 215 pesos argentinos, y sinceramente, para la maravilla que es, me pareció un precio muy razonable. Decidimos empezar por la ruta que nos llevaría al mirador más bajo para posteriormente ir ganando altura. Te sumerges en un frondoso sendero. Se ven algunas «pequeñas» cascadas, como quien toma un aperitivo antes del increíble plato principal. Progresivamente el sonido de las cataratas se hace más perceptible y en un determinado momento, entre las ramas de los árboles las ves por primera vez. Allá al fondo. A mano izquierda el lado brasileño y a la derecha el argentino. Sigues caminando. Ves algunas lanchas que se acercan sorprendentemente a la caída de las cascadas. Te quedas observando y ves la abrumadora potencia de la naturaleza.
Las fotos o los vídeos te pueden dar una idea de como son, pero es una experiencia sensorial tan completa que no se puede transmitir simplemente con imágenes. El ensordecedor ruido de la cascada desde el mirador intermedio. El sentir en la piel las gotas de agua pulverizadas. Los múltiples arcoiris que se forman en cualquier lugar si el día es soleado. El frescor que se respira de quién está en medio de la naturaleza y en las proximidades de semejantes saltos de agua. El tremendo impacto y rebotar del agua tras sus decenas de metros en caída libre. La calma del río en los metros previos al salto. Lanzar una hoja y ver como desaparece para siempre en la inmensidad de espuma blanca. Es una mezcla de sensaciones única, ojalá podáis verla en primera persona algún día!
Pasamos cuatro días en Foz, y uno de ellos nos dimos el lujo de ir a cenar picanha a la ciudad. Un buffet libre en el que te sirven carne hecha a la espada hasta que digas basta. Uff, qué rico y… qué complicado! Con lo que nos gusta comer, lo bueno que estaba y tener que decir, «no quiero más» se hizo muy, pero que muy difícil :p Costillas, panceta, trozos de chuletón, cordero, cerdo, caballo, corazones de pollo,… creo que estuve como tres días para terminar de digerir aquella cantidad ingente de carne. Pero es que no podía parar!!
El resto de los días los pasamos leyendo, paseando, y disfrutando de la tranquilidad del lugar. Ya habíamos decidido el próximo destino: Florianópolis! Así que bus hacia la terminal, espera de unas tres horas y a pasar otra noche en un bus, que hay que ahorrar!
El próximo domingo más y mejor. Un rincón de Brasil llamado Barra de Lagoa absolutamente precioso!