Cuando se ha visitado Angkor Wat y Phnom Penh, la capital del país, uno se cree que Camboya no tiene nada más que ofrecer, pero nada más lejos de la realidad. Tras conocer a fondo la historia de Camboya pensamos que era un buen momento para cargar el cuerpo de buenas vibraciones y eso lo conseguíamos casi siempre junto al mar, así que después de investigar un poco decidimos que la isla de Koh Rong sería nuestro próximo destino. Pero antes tendríamos que tomar un autobús hasta Sihanoukville, una ciudad hecha para el turista.
Un viaje de unas 4 horitas nos llevó hasta la estación de autobuses de Sihanoukville. Habíamos reservado en el nuevo One Stop Hostel, ya que el de Phnom Penh nos había encantado y nos habían recomendado coger un tuk-tuk desde la estación hasta el hostel por no más de 3$. Este tipo de información es imprescindible tenerla para que no te timen y para mantenerte firme en tu negociación. Como era de esperar al llegar allí nos esperaban un montón de tuk-tukeros ofreciéndonos sus servicios por el módico precio de 6$ ya que a donde ibámos era muuuuuuyyyyy lejos, jajaja. Sí, sí, lo mismo de siempre, hasta que no haces un poco el teatro haciendo como que no te importa y los dejas allí solos gritando no te hacen caso. Mejor llevarnos a nosotros por 3$ que a nadie no? Conseguido!
Lo importante es que llegamos. El hostel era del mismo estilo que el anterior. Muy nuevo y con una decoración muy mínimal, la única diferencia era que todas las habitaciones giraban en torno a un patio de luces en el que había una gran piscina. Genial!
El plan era hacer noche en Sihanoukville para ir a la mañana siguiente a Koh Rong, pero resultó que a pesar de ser una ciudad de paso, muy turística, plagada de mochileros borrachos y bastante sucia no estaba tan mal. Había alguna playa poco concurrida, había comida local, comida western (malísima), mai thais a 2$ y estábamos alojados en el mejor hostel de la ciudad a un precio muy bueno, así que pensamos que era un buen lugar para planear nuestra ruta por el sudeste asiático y ponernos un poco al día con el blog. Así también tendríamos tiempo de hacer un estudio de mercado para encontrar la forma más barata de llegar a la isla y alojarnos allí a buen precio.
Que magnífica decisión! A 100 metros del hostel teníamos una especie de mercado que estaba plagado de sitios para comer y cenar a muy buen precio. Además, no muy lejos de allí estaba la playa Serendipity donde más de una vez nos fuimos a cenar una barbacoa a precio lowcost, sentados en sillones enfrente del mar.
Esa playa esta no es muy bonita de día, ya que esta plagada de gente, de vendedores y de suciedad, por lo que indagamos un poco y descubrimos que si te sales de la zona turística, existe una pequeña carretera que te lleva a una playa llamada Sokha Beach. Ésta si vale la pena, y sus aguas son claras y cristalinas y está prácticamente vacía. El truco? Pertenece a un resort. Leí en un blog que hay que pagar para entrar pero no vimos ninguna “entrada” ni nadie vino a decirnos nada 😉
Pero lo mejor de habernos quedado unos días allí fue que conocimos a Arnold, un chico alemán que se dedicaba a hacer documentales y que se había tomado un tiempo indefinido para encontrase a sí mismo y averiguar como quería encaminar su vida. Pasamos muy buenos momentos con él y Juny disfrutó de lo lindo filosoforapteando de la vida, de la política, de la gente, de las conspiraciones, del futuro… da gusto encontrarte de vez en cuando alguien tan inteligente como Arnold con el que puedes mantener conversaciones más allá del “Where are you from?”.
Y mientras tanto hicimos también los deberes, no creáis que todo es jauja XDDD Escribimos y programamos varios posts y trazamos la que sería la posible ruta para el resto del viaje por el sudeste asiático. A nosotros no nos va nada lo de planificar, pero en esta parte del mundo hay que pensar un poco a donde quieres ir y en que momento ya que el tener que hacer visados con antelación no da tanto margen a la improvisación como cuando estábamos en Sudamérica. Decidimos que el próximo destino sería Vietnam y para ello necesitábamos hacer la visa previamente a la entrada al país. Precisamente uno de los mejores sitios para ello en Camboya es en el consulado que hay en Sihanoukville, por todas las facilidades que dan. En menos de 24 horas lo consigues y si tienes mucha suerte o una razón de peso te lo dan casi al instante. Por lo que nos fuimos a solicitar el visado, calculando bien el día que llegaríamos a Vietnam, ya que para los españoles y la mayoría de países tiene una duración de sólo 30 días, y empieza a contar desde la fecha que has indicado en el formulario de solicitud del visado, no desde el día que cruzas la frontera.
Ya teníamos todo, sólo quedaba buscar el barco que nos llevara a Koh Rong y encontrar alojamiento allí. Investigamos mucho acerca de la isla de Koh Rong, su hermana menor Koh Rong Samleon e incluso otra alternativa menos conocida llamada Koh Ta Kiev, a la que pensaba ir Arnold.
Lo que nos hacía dudar era el alojamiento, ya que el barco era bastante barato y entraba dentro de presupuesto. La indecisión aparecía porque “lo chulo” de ir a Koh Rong era quedarse en unos bungalows enfrente del mar totalmente alejados del mundo, pero claro a un precio que estaba por encima de nuestro presupuesto previsto. Podíamos hacer la versión barata y quedarnos a dormir en el pueblo mochilero que había en la isla, justo donde te dejaba el barco, pero claro ese pueblo estaba bastante sucio, fiestero y muy ruidoso, con lo cual no nos acababa de convencer.
Hace tan solo un año nuestro queridos amigos Iker y Laura estuvieron también en Camboya disfrutando de su año sabático por el Sudeste Asiático, así que cuando repetidas veces se ofrecieron a responder a cualquier consulta que tuviéramos, les escribí un chat y me dieron un montón de información sobre los bungalows en los que habían estado y como llegar hasta a esa zona de la isla. Sabiendo lo que habían disfrutado y viendo sus fotos de aquel paraíso nos decidimos a ir al lugar por el cual habíamos llegado hasta Sihanoukville: Koh Rong.
La travesía en barco fue toda una experiencia. Nos subimos a la parte de arriba del barco, en la que podíamos tumbarnos en unos cojines que había en el suelo. La noche anterior habíamos dormido muy poco y queríamos aprovechar el trayecto para descansar. Creo que pudimos hacerlo tan solo 5 minutos, ya que poco después de haber partido, el barco empezó a moverse en forma de péndulo. Había algo de oleaje pero no era para tanto. Qué pasaba? Que la parte de abajo del barco estaba casi vacía porque todos habíamos pensado que era una muy buena idea subir. Llegó el ayudante del capitán y nos invitó a bajar. La cosa iba a peor y la gente gateaba y se arrastraba hasta la escalera. Yo me sujetaba a Juny para no salir disparada hacia las barandillas. Unos minutos después casi todos habían bajado, nos quedamos tan solo 6 personas. El barco no penduleaba tanto y pudimos más o menos descansar. Toda una aventura 😉 Poco después ya avistábamos la isla de Koh Rong y las aguas eran cada vez mas tranquilas. Ya podía estar de pie y contemplar las casitas de colores y el mar turquesa.
Una vez en tierra firme nos dimos cuenta que el «pueblo» no tenía calles, ni motos ni nada de nada, eran playas y hostels y pequeños restaurantes todos amontanados uno al lado del otro. Lleno de gente pero también de buen ambiente. Si te alejas un poco del puerto, la zona más concurrida, la playa era ya de revista pero si te fijabas un poco te dabas cuenta a donde iban a parar las tuberías de saneamiento de los restaurantes y hotelitos…, no muy apetecible…
Fuimos a desayunar-comer para reponer fuerzas y poco después, tras varios intentos de negociación conseguimos un buen precio para ir en una barca compartida con otros mochileros hacia Soksan Beach, más conocida por Long Beach por sus 7 km de largo, justo al otro lado de la isla.
La barca iba bordeando la isla a una distancia prudencial de la costa, y justo cuando viramos a la derecha rodeando un saliente de tierra apareció ante nosotros Long Beach. No sé como expresar la belleza de ese momento, el agua tan turquesa, preciosa, cristalina, al fondo vegetación salvaje y lo que más me impactó de todo, una fina linea de arena dibujada de color blanco, muy brillante, casi plateado, no soy capaz de describirlo con palabras, se me dibuja una sonrisa mientras os lo cuento. Me acordaré de ese momento toda la vida.
Felices como perdices nos dirigimos al único hostel que había en ese lado de la playa, el BHGH (Broken Heart Guest House), y nos dimos el mayor lujo del viaje hasta ese momento, 2 noches en un bungalow con vistas al mar, que digo vistas al mar, vistas a una de las playa más bonitas que he visto en mi vida. Cuando digo lujo no me refiero a comodidades, porque en estos bungalows no hay ni internet, ni electricidad, no hay agua corriente, y la ducha te la das de una forma muy rústica, pero es un lujo para todos los sentidos poder despertar, sentir y contemplar esa preciosidad. Nos hubiera gustado pasar allí una semana pero el presupuesto no nos lo permitía… así que por un precio ridículo la tercera noche la pasamos en unas hamacas muy profesionales con red mosquitera incluida ya que en el Broken Heart también había opciones económicas. Uno de los bungalows lo tenían habilitado para compartir habitación y además, en su terraza estaban las fantásticas hamacas. Pasamos una noche genial, en la que dormimos al aire libre solo protegidos por nuestra mosquitera y resguardados por un techo de madera. Despertarte al amanecer tumbado en una hamaca sintiendo la suave brisa en tu cara es otra de las mejores experiencias que me llevo de este viaje.
Con el sol aun escondido tras la vegetación nos fuimos a leer a la playa y a observar como iba despertando este bonito lugar ❤

El viaje tenía que continuar, nos despedimos de esa hermosa playa comiendo un delicioso green curry de pollo y nos cargamos nuestras mochilas para volver al pueblo a través de un camino que atraviesa la selva.
Creo que el mar me sienta bien y me clarifica las ideas. Cuando estábamos en el barco de vuelta ya casi llegando a Sihanoukville me vino un deseo que no pude contener en mi cabeza sin decírselo a Juny. Al terminar nuestro aventura recorriendo el mundo quería ser… profesora de yoga! No soy ninguna experta en el tema ni nunca he tenido el sueño de ser profesora, pero lo vi con tanta claridad que esta nueva idea cambiaría otra vez el itinerario que habíamos pensado…
Y en el próximo post… nos vamos hacia Vietnam!!!