Amanecimos en Krakovia, maletas preparadas, bus y al aeropuerto! Una corta escala de 6 horas en Oslo, y pasada la media noche en suelo americano llegamos al que sería nuestro destino por tiempo indefinido… la casa de los Pera!! Omar y Pablo nos esperaban ya impacientes en casa. No nos veíamos desde Navidades, pero ya se echaban demasiado de menos. El tiempo cuando estás lejos de tus amigos corre despacio, muy despacio.
Unas risas sobre lo gordo que estás, esa barba de naufrago, que si te ha cambiado la voz,… preparamos el maravilloso colchón hinchable y a descansar, que el día siguiente (aunque a nosotros no nos lo parecía) era laboral!
Y ya de buenas a primeras… sorpresón de los buenos, el loco del Quintas se había pillado un vuelo de San Francisco a NY para pasar el fin de semana con nosotros… weeeeee! Qué alegría, no había podido venir a la boda, y ya hacía mil que no pasábamos unos días juntos. Esa misma noche conocimos a la athletic, smart, joyful, and always-smiling Nikita. La pobre había tenido una semana muy dura y estaba cansadísima, así que se fue pronto a dormir. Nosotros hicimos lo que mejor sabemos hacer, un señor botellón con filosoforrapteo profundo sobre la vida y, como colofón, con un memorable speech de Mr. Quintas en las escaleras, o mejor dicho LAS escaleras. A la entrada del piso de los Pera, había siete escalones mágicos que conectaban la puerta de acceso al edificio con Sullivan Street. Desde fuera parecen unas escaleras normales, pero cuando te sientas en ellas y ves la vida neoyorquina transcurrir, te das cuenta de que esas escaleras son probablemente, uno de los mejores rincones de Nueva York, si no el mejor 😉 y todo eso sin exagerar!
Al día siguiente me levanté con un resaca de campeonato, y pensaba que no volvería a ser persona al menos hasta el día siguiente, pero en ese momento Nikita obró un milagro. Había preparado unos crepes extraordinarios, increíblemente buenos, y preparado todo tipo de condimentos… pensaba que no podría comer ni un bocado, pero en cuanto lo conseguí… mi cuerpo volvió en sí y no sólo eso sino que desbordaba energía! Así que cogimos un balón, y nos fuimos al parque cruzando Hudson. Unos toques de calidad (llegamos a 20 toques!, 32 años de vida jugando al fútbol para esto XDDD), volvimos a casa y mientras Mónica se fue a la reunión del club de lectura que organizaba Nikita, Pablo y yo nos fuimos a su partido de hockey con las bicis. Ibamos justísimos de tiempo (para variar), y para colmo nos cogió una tormenta tropical que lanzaba unas gotas que parecían peras. Pero no pasa ná, con alegría y pa’lante! El equipo de Pablo poco pudo hacer para neutralizar al Messi que tenía el otro equipo. Cenita y por la noche, de fiesta al roof top del Hotel Empire, el famoso hotel de Chuck Bass en Gossip Girl.
Y así fueron pasando los días en Nueva York, viviendo como americanos pero sin pasta 😀 Menos mal que Mónica encontró un supermercado del Bronx que te traía la comida hasta Manhattan, porque pagar 4$ por un litro de leche, 5$ por una barra de pan de molde, o 10$ por una botellita de aceite se salían claramente de presupuesto. Yo creo que fuimos sus mejores clientes durante esas semanas!
Los martes, partidito de fútbol sala, los sábados a Central Park de picnic, por la noche de fiesta guiados por Tamara -nuestra promotora favorita ;)-, los domingos a ver el fútbol (como paulatinamente el Barça perdía la liga –video himno en Legend’s– y el Madrid ganaba en el último segundo la Champions),… otro día nos fuimos a la presentación del nuevo libro de Freakonomics, o a un karaoke coreano, o al cine a ver Godzilla en 3D en un cine que tenía unos sofás que ni en tus mejores sueños, incluso algunas mañanas nos fuimos a hacer unos sprints para activar el cuerpo.
Por las noches, nos bajábamos a LAS escaleras a hablar de la vida, a tomarnos un té, o simplemente a ver la gente pasar, otras nos quedábamos en casa viendo una película (como la obra maestra The Wolf of Wall Street, que nos hizo llorar de risa como hacía años!), o jugábamos una partida de poker y Luis nos desplumaba.
Fueron unos días fantásticos, como en nuestra época en el Galileo, o aún mejor, en Suiza. Nos hubiéramos quedado más y más semanas, pero no era el momento de quedarse, era el momento de continuar, así que compramos un vuelo ultra barato con Spirit y allá que nos fuimos, Miami nos esperaba! Terminaba la fase del viaje «durmiendo como en casa», y empezaba la aventura, la aventura de la incertidumbre!
Pero espera espera espera…. Y los edificios, Times Square, skylines, Hudson,… no os preocupéis! Eso lo dejamos para la semana que vino Rober, y por supuesto que hicimos turisteo, y del bueno! Stay tunned, todo eso vendrá en la próxima entrega de New York, que no queremos agobiaros con tantas fotos de golpe!
Y de regalo un par de videos del ambiente neoyorkino más loco 😉
Un beso y seguimos!